martes, 9 de septiembre de 2014

Ella

El sol chocaba su cara y su dije dorado de París brillaba como nunca. Ella estaba sentada en el tren.
Con ojos curiosos, profundos y más bellos que la tierra, eran marrones y oscuros como una noche en el campo. Sus pupilas se denotaban, porque eran diminutas y más oscuras todavía. Pero no solamente eso, sus ojos eran el portal a mil secretos.
Ella parecía una ángel. Con piernas cruzadas y brazos también. Pude ver su clavícula, divinamente formando una especie de triángulo en su pecho.
Sus pestañas, otro detalle importante. Daban un medio circulo perfecto como una luna menguante, y eran oscuras, tan oscuras. Más oscuras que sus ojos. Su cejas eran rectas pero curvadas, algo dificil de encontrar.
Tenía la naríz respingada, alargada, pero fofita. Era perfecta. Ella tenía buen olfato, lo noté.
Sus labios formaban un bello corazón y exactamente del color de las rosas bourbonianas.
Me sonrió, y sus dientes no eran todos iguales, ni tampoco todos desiguales, tenían medidas perfectas, unísonas. La línea aredondada de su sonrisa me hizo acordar a mi infancia. Ella era pura, recta.
Su cabello largo y ondulado reflejó la luz del sol en mis ojos, y me dí cuenta que tenía una mezcla extrovertida de colores, en el inicio era chocolate y las raíces formaban un corazón en su frente; luego se iba desgastando desde un colorado hasta llegar a las puntas en un dorado como el oro.
Su cuello era de una medida perfecta, y parecía darle toda la sobriedad que a su sonrisa le faltaba.
Observé sus pies, muy pequeños, pero eran como los de una princesa de cuentos de hadas.
Tenía puesto unos zapatos terracotta, bajos y abiertos, con un cordón como detalle.
Su piel era color canela, y ella olía a canela y vainilla. Lo supe cuando se levantó y las capas de su vestido de gasa beige se choraron entre sí. Tenia un cinto trenzado y de color ladrillo a la altura de su cintura, que hacía juego con su bolso.
Sus brazos eran suavez pero rígidos, y en el izquiero llevaba un pequeño lunar color chocolate.
Ella era perfecta. Lo mostraba.
La vi de perfil, de frente y de atrás.
Sus medidas de arriba a abajo eran como un composé que encerraba lineas curvas. Sí, tenía hermosas curvas. No era flaca, no era gorda. Era petiza, era perfectamente hermosa.
La observé durante todo el viaje, la quería. Ella se veía tan sensible y extrovertida. Parecía inocente pero aventurera. Su cuerpo decía lo que era por dentro: Una verdadera belleza creada con manos poderosas.
Me enamoré.

Atte, Yo: observadora de mí misma.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario